jueves, 1 de mayo de 2014

NUMERO 128 / MAYO - JUNIO 2014


EDITORIAL

Nacionalistas, separatistas y separadores

El nacionalismo ha sido definido, con argumentos de peso y por personalidades de índole diversa, como una enfermedad. Albert Einstein lo catalogó como "enfermedad infantil", otros hablan de él como una dolencia del alma y los pensadores más profundos no han dudado en dar un paso más y condenarlo como una falsa religión. Ya sea en su versión racionalista francesa o en la idealista alemana todos los nacionalismos dislocan el valor innegable de la Patria, de la Comunidad, para situarlo en el territorio de lo sagrado, allí donde todo es serio y grandilocuente, heroico y dogmático.  

Pero la realidad es que las comunidades humanas, todas nuestras patrias queridas, valdrían poco por sí mismas si no tuvieran su fundamento en un fin externo y bueno. Nuestra Patria Hispana es amable en sí misma pero es realmente más digna y más grande cuando está al servicio de Cristo.  Es justo y bueno amar a los padres, honrar a los antepasados, sacrificarse por los compatriotas, pero no es ahí donde termina el amor a la Patria sino sólo donde comienza.

Los nacionalismos españoles, grandes o pequeños, separatistas o separadores, llevan doscientos años de trasiego perpetuo y no acaban de encontrar su sitio en ese péndulo que va desde el europeismo visionario hasta el cantonalismo estrecho. Además, el sistema partitocrático ha sido el caldo de cultivo ideal en el que han medrado esos políticos populistas que tantas veces han utilizado los cariños regionales para camuflar sus vergüenzas, herejías y corruptelas. 

Nosotros los carlistas, sabemos, como explicaba la profecía de las taifas de Menéndez Pelayo, que no encontraremos el equilibrio hasta que no sepamos poner en su sitio las cosas de la vida política y social. Sólo así conseguiremos ordenar nuestros afectos patrios desde lo más cercano a lo más universal. Por eso, en política, somos los únicos que no vemos contradicción alguna al desear una monarquía foral, una España unida y diversa.



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Tema de portada:
Los carlistas no somos nacionalistas. Por Carlos Ibañez Quintana
El nacionalismo es opresor. Por Antonio Rivero
Olvidados por el sistema. Por un cronista
El grito que se dió por Dios. Por Nicolás de Saracho
Las Bases de Montgrony. Por "Somatemps"
"Mi partido político es mi padre". Por José Fermín de Musquilda

Actualidad:
Ambigüedad constitucional. Por Pablo Sagarra
La partitocracia es el problema. Por Diego Hernández-Yllán
Democracia milimétrica. Por Juan Antonio Darder Colom
Xavier Trias y la “desmemoria histórica”: Su tío, Companys y Montjuïch. Por "Somatemps"
Reacción vecinal. Por Carlos Veci Lavín
Después de la concepción (y nacimiento) viene la infancia. Por Jorge P., Delegación Carlista de Vida y Familia

Páginas centrales:
Infografía: nacionalismo en España

Vida Tradicionalista:
Discurso en la presentación de Impulso Social en Ermua (Vizcaya). Por Carlos Ibáñez Quintana
Celebraciones por la festividad de los Mártires de la Tradición. Bocairent (Valencia). Por Redacción.
Declaración ante el túmulo de Bocairent. Por José Miguel Orts
Conferencia en Barcelona en homenaje a los mártires católicos. Por Redacción.
Javierada 2014. Por Redacción.
Exito de manifestacion provida en Pamplona. Por Redacción.
Discurso en Quintillo 2014. Por José Bustinza.

Historia del carlismo:
Francisco Canals Vidal: “Catalanismo y Tradición catalana". Por Guillermo Elizalde Monroset
Doble abdicación. Juan Carlos I: ¿Hacedor de la III República?. Por Javier Barraycoa
Sobre las banderas autonómicas: de las patrióticas a las traidoras pasando por las inventadas. Por Manuel Morillo
Pereda tradicionalista literario. Por Agustín G. de Amezúa 
Los carlistas en coaliciones electorales. Por Jorge P. Iglesias
Los Carlistas ante la Gran Guerra. Por Carlos Veci

Varios: 
Que alguien haga algo. Por Javier Garisoain 
BAZAR CARLISTA
AGENDA.

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