martes, 1 de septiembre de 2015

NÚMERO 136 / SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2015

DENUNCIAMOS UN PELIGRO REAL

La actitud de Hungría frente a los refugiados musulmanes ha sido criticada desde Bruselas. En Bruselas hay políticos, fieles a una ideología, que no ven más allá de las ventanas de su despacho y pontifican sobre todo lo divino y lo humano. En Hungría hay hombres que se enfrentan a los hechos, que tienen memoria, cuyos antepasados hace dos centurias y media se libraron de la tiranía musulmana que había durado siglo y medio.

En España también hemos conocido la realidad de una dominación musulmana. Invadieron nuestro país validos de la división de los visigodos. Tiranizaron nuestro país. Luchamos contra ellos y, al final, los echamos. Pero nos costó casi ocho siglos. Mientras tanto hubimos de padecer su tiranía. Nuestros mártires de Córdoba son una muestra. Padecimos su crueldad. Los mozárabes hubieron de huir al norte para practicar su religión con libertad. Anualmente los musulmanes organizaban “razzias” o expediciones militares dirigidas a los reinos cristianos para apoderarse de las cosechas recién recolectadas. Al final de la expedición, con las cabezas de los cristianos vencidos formaban una pirámide desde la que el imán cantaba las grandezas de Alá. Lo certifica don Claudio Sánchez Albornoz. Esclavizaron a nuestros hombres. Con nuestras mujeres poblaron sus harenes. San Pelayo, el patrono de los adolescentes carlistas, fue martirizado por no acceder a los sucios deseos de Abderramán III.

Ahora vienen no como invasores, sino como inmigrantes. El presentarse como inmigrantes no es óbice para que traigan exigencias inadmisibles en quien pide acogida. En los comedores de caridad no se limitan a rechazar el “jalufo”. Exigen que se les dé otra comida. En las escuelas, que la hospitalidad pone a su disposición, exigen la separación de sexos. Si ahora, que son minoría, ya exigen, cuando sean mayoría impondrán. Ya en los campos de acogida de Centroeuropa los musulmanes oprimen a los cristianos. En Francia se han formado barrios en los que los no musulmanes no se atreven a entrar.

Un buenísimo idealista calificará nuestro discurso de racista y xenófobo. Por aplicar calificativos que no quede. Pero el idealismo no será capaz de invalidar nuestro razonamiento, que no se basa en principios abstractos sino en hechos. El idealismo dominante no tiene en cuenta la realidad y nos lleva a la ruina. Denunciamos un peligro real. No nos harán caso. Nuestros hijos o nietos sufrirán las consecuencias.